jueves, 2 de septiembre de 2010

PONENCIA: DERECHOS HUMANOS Y PRÁCTICAS ALIANCISTAS


“PRIMERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES NIÑAS/OS”

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS - UBA – 4 Y 5 DE DICIEMBRE DE 2009



PONENTE
Alberto B Ilieff
Datos biográficos: Co coordinador de la Red NO a la Trata
Miembro de CATW Ar
Miembro de Colectivo de Varones Antipatriarcales
Licenciado en Psicología
Postgrado en género y políticas públicas
Postgrado en psicología institucional

PONENCIA:

El campo político social esta habitado por diversas agrupaciones que se diversifican en un abanico múltiple difícil de encasillar. Los caminos se cruzan y en muchos casos se parecen. Una vista más cercana permite establecer diferencias notables, no es lo mismo una organización no gubernamental, una agrupación, un movimiento, un partido político, por nombrar las más notorias. Aún dentro de las llamadas ongs existen diferencias notables entre las que son apéndices de partidos políticos, de religiones, incluso de empresas privadas o del estado, de aquellas que no lo son; también hay diferencias entre las que buscan subsidios o financiación y las que no las aceptan. Si analizamos la manera en que cada una de estas se para frente al estado gubernamental o los poderes financiadores también evidenciaremos diferencias significativas.

Este simple repaso nos da idea de la complejidad del campo y esto no solamente habla del origen o del modo en que se organizan sino también de los objetivos.

Es claro que el objetivo de un partido político no es únicamente imponer su ideario mediante la propaganda sino también, y esto me parece fundamental, el acceso al poder gubernamental y desde allí dirigir la organización estatal. Este objetivo difiere radicalmente del sostenido por aquellas organizaciones que buscan el imperio de los DDHH y que exigen que aún el poder estatal se doblegue a estos. De lo dicho se deriva la necesaria e imprescindible independencia de estas organizaciones las que deben ser capaces de cuestionar las decisiones del gobierno y exigir su modificación en la medida en que no cumplan con los derechos universales. Aquellas organizaciones que postulan el abolicionismo pertenecen a estas últimas.

El cuadro aparece mucho más complicado y confuso cuando las organizaciones que buscan la reglamentación de la prostitución toman el discurso de las abolicionistas contra la trata de personas enmascarando con este su objetivo central y aduciendo que una de las formas de terminar con la trata es la reglamentación de la prostitución. Cuando los gobiernos bajo el título de derechos humanos los pervierten, cuando los y las políticas muestran doble cara como en el caso de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires que premió a la presidente de Ammar CTA como “defensora” de los derechos, todo este ámbito se enrarece peligrosamente. Todavía se complica más si agregamos los fuertes intereses económicos en juego, las cajas chicas, los subsidios o proyectos, el clientelismo partidario.

Durante el mes de setiembre se dio un intercambio de ideas, por momentos un tanto agresivo, en la Red NO a la Trata, a partir de un comentario realizado acerca de la actividad que realiza la organización prostituyente Ammar Nacional, afiliada a la CTA, en la provincia de Santa Fe. Muy esquemáticamente dicho intercambio se centró entre aquellas que sostenían que una alianza con este tipo de organizaciones no era posible, y quienes, por el contrario, pensaban que no sólo era posible, sino también conveniente cuando se buscan objetivos comunes, como por ejemplo, la anulación de los edictos o contravenciones que permiten la persecución policial de las personas en prostitución.

Por el tinte cada vez más agresivo que iba tomando el intercambio de correos, el debate quedó trunco.

Hasta donde duró permitió entrever algunas líneas que en este momento nos están cruzando y que significan otros tantos caminos que intenta el abolicionismo. De más esta decir que estas posturas se hallan impregnadas y contaminadas de manera diversas con intereses de todo tipo, que en general no son explicitados, como por ejemplo, la necesidad de algunas organizaciones de acceder a financiamiento, otras, de alinearse con algún partido político o con determinado candidato.

Si bien las posturas sostuvieron el abolicionismo como meta, al menos teóricamente, la diferenciación surgió en el corto plazo, en el punto de contacto entre el ideal y la realidad social.

La primera postura considera que no es posible una alianza con quienes tienen un objetivo totalmente opuesto, contrario al abolicionista, con quienes sostienen explícitamente que su ideario es netamente reglamentarista.

La segunda por el contrario dice que hay que privilegiar el resultado a corto plazo si este beneficia a las personas concretas que están en situación de prostitución, aunque a largo plazo se aleje de la finalidad abolicionista. Creen que es posible el establecimiento de programas parciales estratégicos, puntos de coyuntura basados en objetivos comunes. En general sostienen una creencia progresista en el sentido de que un paso traerá otro y estos nos acercarán a la meta.

Desde un plano ideal, esta última postura pareciera convincente, aunque la realidad demuestra que difícilmente estos procesos lleguen al feliz final que postulan.
Ya en lo concreto surgen como preguntas:

¿Cómo es posible marchar junto a quien se sienta en la mesa gubernamental para favorecer la violencia de género? ¿Se puede ser abolicionista cuando se está ayudando a fortalecer al proxenetismo?

El neoliberalismo pontifica la caída de las ideologías e impone el pragmatismo, todo debe ser dialogable, consensuado, acordado, negociado, como si el campo social, el de los derechos fuera un enorme mercado para realizar transacciones.
Es necesario rechazar esta argumentación típicamente liberal que pone en pie de igualdad las aseveraciones a favor de la discriminación, la exclusión, los prejuicios sexuales y violencia de género con las basadas en la búsqueda de un mundo sin explotación, arraigadas en los derechos humanos.

Por esto, resulta absurdo equiparar las aseveraciones en favor de la prostitución como “trabajo” y su exclusiva adhesión al principio de la “libertad” y las abolicionistas ligadas a la integridad de los DDHH. Es mentirosa y de mala fe la utilización del principio de la libertad como fundamento, cuando en realidad se trata de la libertad de mercado que lleva implícita la libertad y legitimidad para la explotación. No existe ningún Derecho Humano que nos obligue a la libertad de mercado.

Escuchar “todas las voces”, la "teoría de las dos campanas" siniestramente parecida aquí a la de los “dos demonios”, desmienten los valores, invocan una igualdad inexistente e incompatible con la dignidad, reclaman como único objeto la prevalencia del poder político y económico, sumergiendo en una opacidad parecida al diálogo lo que en realidad es un bruto manejo de poder. Porque no están en un pié de igualdad y no es lo mismo lo que sostiene una y otra. No podemos aceptar como igualmente válidos y atendibles los argumentos de Ammar CTA y del grupo de interés que representa con aquellos otros que sostienen el abolicionismo como valor emergente de la dignidad humana.

Del mismo modo que en otro ámbito la teoría de los “dos demonios” fue y sigue siendo un intento de desdibujar la realidad y de ocultar una clara violación de los DDHH, sostener que es posible un diálogo entre quienes buscan sostener un régimen de violencia y aquellos que trabajan por su anulación es una nueva maniobra por hacer desaparecer la visión de DDHH, cuando esta es la única y exclusiva vía para analizar este tema.

El frío pragmatismo neoliberal cubre todos los campos, aunque no se lo quiera reconocer, aunque teóricamente sea insostenible, la presión por dejar de lado ideologías y valores se vende como la mejor metodología.

El establecimiento de alianzas pareciera ser conducido por este derrotero, las propuestas de objetivos cercanos priorizan otras consideraciones.

En este caso concreto, cuál es la evaluación que hago al pedir la derogación de los artículos en cuestión. La más superficial es que si se logra el objetivo, las mujeres en prostitución no serán perseguidas ni condenadas.

Ahora bien, es necesario evaluar si una vez lograda esta meta estaremos mucho más cerca de la abolición de la prostitución, o por el contrario, habremos apurado el camino a la reglamentación.

Tendremos que considerar si nuestras organizaciones han salido fortalecidas o si lo hicieron aquellas que buscan imponer en el imaginario y el quehacer social a la prostitución como un “trabajo” más.

También me puedo preguntar por qué en lugar de gastar energías las organizaciones en este pedido no se apunta directamente al corazón, no se apunta a exigir al estado que intervenga con políticas que permitan salir a todas estas personas de la situación de prostitución, en lugar de fijarlas en ella pero sin la sanción del C de Faltas.

¿Hasta qué punto esto no es similar a sostener el abolicionismo mientras reparto profilácticos a las mujeres en prostitución para que sigan atadas al dominio masculino pero mucho “más seguras”?
Como en este ejemplo, se podrá decir que la desaparición de la prostitución aparece como muy lejana y que bajar el malestar de las mujeres como algo cercano y posible. Si este es el argumento, creo que debemos sincerarnos y decir abiertamente que hemos renunciado o hemos dejado nuestra meta como un ideal romántico y nada más.

Este “caminar este trecho juntos” puede ser dicho a nivel de las ideas, pero qué sucede si nos acercamos más a la lucha concreta, qué decir cuando el motivo último de las reglamentaristas se encuadra dentro de un objetivo buscado a nivel internacional, esto es, sacar la prostitución de las calles y someterla al égido del poder económico, de aquel que puede invertir en propiedades.

En Santa Fe la presidenta de Ammar CTA dijo: “…que su objetivo como asociación es conformar cooperativas de trabajo. “Queremos que las compañeras se puedan alquilar su propio departamento, que entre ellas se puedan pagar lo que genera su lugar de trabajo pero que no haya una persona que se lleve la ganancia. …”

Difícilmente se pueda marchar junto a quien aboga por que se sostengan microemprendimientos o cooperativas de prostitución, o sea, burdeles con una apariencia capitalista burguesa, que no ofendan las buenas costumbres y permitan seguir sosteniendo la explotación patriarcal del cuerpo de las mujeres y niñas.
En una noticia originada en Bolivia, una mujer en situación de prostitución dice:
“Formó parte de un grupo de prostitutas sin proxenetas. Somos libres y también somos empresarias.

El mundo debe ir hacia la completa regulación de la prostitución. Es posible que en el futuro no haya prostitución pero no por haberla prohibido sino porque la sociedad haya cambiado. En nuestra sociedad actual la prostitución tiene una demanda de servicios muy clara.”

He copiado este párrafo porque es ejemplo del típico mensaje contradictorio e imposible de sostener, ¿cómo desaparecerá la demanda, la prostitución, si en la práctica se la sostiene y fomenta?

La violencia no está únicamente en el proxeneta que explota, también está en el abusador que paga por acceder al cuerpo de otra, por la situación de prostitución en sí. La reglamentación, el microemprendimiento no modifican esto, repito, le dan un marco más compatible con la mentalidad burguesa empresarial. Las organizaciones que sostienen estos objetivos son quienes fomentan la hipocresía social, son las que quieren esconder detrás de los muros de un departamento la brutalidad de la explotación.

Los partidos políticos establecen alianzas entre ellos porque su finalidad es reunir los votos suficientes que los llevarán al poder. Vemos acá, en Argentina, como unos y otros se unen y separan indiferentemente de convicciones o principios, con la finalidad eleccionaria en mente.

El despotismo neoliberal convirtió todo en mercadería, absolutamente todo puede ser negociado, todo puede ser comprado si el precio es el adecuado. La borocotización, el jugar a todas las puntas, votar al abolicionismo y al reglamentarismo por igual, parecieran ser la norma.

Por esto es inadmisible que se tienda a construir las actividades de las ongs abolicionistas al modo de los partidos políticos, si bien la esfera de actividad es el campo político, los objetivos son distintos. No es posible establecer alianzas con aquellas organizaciones o agrupaciones que no parten de esta base, existe una brecha importante entre el imperio de los DDHH y otro tipo de objetivos.

Las ongs que tienen por objeto la defensa e implementación de los DDHH deben tener especial cuidado en sus prácticas, la búsqueda el éxito o el rédito inmediato muchas veces resulta contraproducente a la concreción del objetivo mayor.

El establecimiento de “alianzas” al modo como lo hacen los partidos políticos muchas veces es sierva de otros factores bastante rastreros que no tienen que ver con los principios.

El paradigma de los derechos humanos no es una de las dos campanas, una de tantas voces posibles. El abolicionismo es consustancial con el DD HH básico de la dignidad humana, parte de este y en él únicamente tiene su justificación.

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